lunes, 22 de noviembre de 2010

La cita pendiente


Cuando estaba con ella no podía dejar de mirarla. Sus delicados ojos azules eran tan expresivos… reían, lloraban, se preocupaban o despedían destellos contagiosos de felicidad. Esa tarde estaba especialmente excitada i la expresión de sus labios acompañaban el estado de ánimo cambiante mientras narraba lo sucedido el día anterior.

--Después de quedar contigo para vernos al día siguiente – empezó contando – me fui a la playa con dos amigas. El día era precioso. El agua estaba a una temperatura ideal. Las olas eran suaves. Nada hacía imaginar lo que estaba a punto de suceder.
Me cogió la mano i la apretó, como si temiera que me levantara i la abandonara.

--Entramos al agua las tres, no demasiado lejos de la orilla, sin que llegara a cubrirnos. Estuvimos jugando y haciendo ahogadillas un rato cuando, de pronto, me golpeó una ola enorme que no había visto llegar, perdí el apoyo del fondo y me sumergí totalmente. Había sido súbitamente por lo que apenas tenía aire en los pulmones. Estaba desorientada, no sabía donde estaba el fondo ni donde el aire que necesitaba. Braceé para intentar salir a la superficie pero una fuerza enorme me arrastraba hacia el fondo.

La presión de sus manos sobre la mía se fue acentuando según avanzaba la narración. Bajó los ojos hacia el suelo, mirando al infinito, sin ver.

–No me quedaba aire, ni fuerzas para continuar luchando contra una fuerza tan enorme. Así que me rendí.

Alzó los ojos y me miró.

–En un solo instante fui consciente de los acontecimientos más importante de mi vida – dijo. Relajó la presión que ejercía sobre mi mano y, como si fuera consciente de que me había hecho daño, la acarició mientras decía en un susurro apenas perceptible –Me estaba muriendo y lo sabía. Entré en un estado de placidez y paz conmigo misma que nunca antes había experimentado.

Sin soltar mi mano se recostó sobre mi hombro. Sentí la suavidad de su pelo en mi cara. Olí la fragancia de su piel. Cerré los ojos y me dejé llevar a su mundo suave i perfumado.

--En ese último momento, cuando ya la muerte me había narcotizado para que no ofreciera resistencia, recordé que tú me esperabas y no podía dejarte así, no podía morir sin despedirme del ser que más amaba en este mundo.
Mientras decía esto tuve la sensación de que los dos nos fundíamos en solo cuerpo inmaterial.

--Noté la arena bajo mi cuerpo –continuó –braceé hasta lograr apoyar los pies en el suelo y, en un último esfuerzo, me impulsé. No recuerdo nada más. Cuando volví a la consciencia me encontraba sobre una toalla en la playa y mucha gente alrededor. Oí que alguien decía: Ya vuelve en sí, gracias a Dios…

miércoles, 6 de octubre de 2010

Palacio de la Ópera de Valencia

La tarde era cálida i luminosa. El verano se resistía a abandonar Valencia a pesar de estar a mediados de octubre. Decidí dar un paseo por la parte nueva de la ciudad. Bajé al rio y caminé hacia el Museo de las Artes y la Ciencias siguiendo el caudal de ciclistas, paseantes y practicantes de footing que inundaba el viejo cauce del Turia. El cauce es ahora un pulmón verde de varios kilómetros que recorre la ciudad.

Pensé en el acierto ciudadano al no permitir que se utilizara el viejo cauce del rio Turia, desviado por fuera de la ciudad después de la riada de 1957, como un distribuidor de tráfico rodado. Eran otros tiempos. Las movilizaciones por un cauce verde fueron numerosas y se consiguió desbaratar el intento de asfaltar el cauce.
Poco antes de llegar al Palacio de la Ópera decidí tomar un cortado en la terraza de uno de los quioscos-bar. Ocupé la única mesa que había libre, junto a tres jóvenes que hablaban animadamente.

_ Pues a mí me parece bien que los multen. Han cortado el tráfico y han impedido que la gente pudiera circular libremente. Eso es ilegal y merece una multa – Decía uno de ellos.

_ ¿Pero es que ya no vamos a poder manifestarnos? ¿Vamos permitir que metan en nuestro pueblo toda la basura nuclear de España sin rechistar? –Dijo el que parecía el mayor de los tres.

Entendí que hablaban de la noticia de la detención de manifestantes de Greenpeace y de pueblos de la comarca del Valle de Ayora, donde el gobierno pretende instalar el almacén de residuos radiactivos procedentes de las centrales nucleares.

–En algún sitio habrá que almacenarlo ¿no? –Intervino el tercero –Además todo el mundo afirma que no hay peligro ninguno. Solo existe una posibilidad entre millones de que pase algún accidente.

Mientras decía esto se levantaron los tres y se marcharon despacio, defendiendo cada cual su punto de vista. Al quedarme solo vi un periódico en la silla vacía que estaba junto a mí. Pensé que alguien lo habría dejado después de leerlo. Lo cogí para entretenerme mientras tomaba mi café cortado sin azúcar, pero una foto a todo color, en primera página, mostraba una enorme extensión de terreno cubierto por lodo de color rojo sangre.

En primer plano se veía la rotura de la balsa de la fábrica de aluminio que había vertido, según el periódico, 700.000 metros cúbicos de barro tóxico. Al fondo, entre el barro, se distinguían los puntos blancos de las casas de dos poblaciones anegadas por el lodo rojo. El gobierno húngaro desconocía el impacto que podía tener el vertido y temía que pudiera llegar al Danubio.

_ Seguramente –pensé – esta instalación también era muy segura…

lunes, 20 de septiembre de 2010

José Antonio Labordeta, un canto a la libertad



El sábado pasado por la noche me acosté pronto mientras mi compañera se quedaba viendo una película por televisión. Tenía intención de madrugar el domingo para dedicar las primeras horas del día, antes de que el sol apriete, a labores en el huerto y en el jardín.

Al poco de acostarme me dormí profundamente hasta que noté como mi compañera, con la luz apagada, se acostaba a mi lado. Con un susurro suave me dijo

–Labordeta ha muerto esta noche. Lo acaban de decir en las noticias.

Noté como un golpe en el pecho. No supe que decir. Recordé sus últimas imágenes por televisión con motivo de la entrega de la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio por parte de la ministra de Defensa, Carme Chacón, y del ministro de Educación Ángel Gabilondo. Hacía solo trece días de eso. Su aspecto mostraba el avance implacable de la enfermedad, sin embargo, su sentido del humor y su bonhomía prevalecían sobre su deterioro físico.

–Se veía venir el desenlace. Pude decir –Pero tan pronto…

Mi compañera, a modo de respuesta, pasó su mano por mi cabeza en una suave caricia. No dijimos nada más. Arropados por oscuridad y el silencio de la noche nos sumergimos en nuestros pensamientos. Oí la poesía militante de sus canciones. Recorrí los caminos de esa gran federación que han querido hacer unitaria a la fuerza que se llama España. Lo vi estallar de rabia, ante la intransigencia y prepotencia de quienes han detentado el poder utilizando la coerción y la fuerza, y mandarlos “a la mierda”.

– Hay personas que no debían morir nunca. Musitó mi compañera

Me dormí pensando en el acto de dignidad que representaba lo que en otras circunstancias hubiera sido un exabrupto. En ese momento Labordeta éramos muchos aunque solo sonara su voz porque, como dice una de sus canciones:
Tú cantarás por todos,
por los muertos, por los vivos,
por los que han de nacer,
por los que son como tú,
por los que no entienden y te odian.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

La vida es como una pizza



Como cada año, al menos un par de veces, nos juntamos la familia extensa en una comida. Los familiares que por motivos de trabajo viven lejos suelen venir en verano, para asistir a las fiestas del pueblo, y en invierno para celebrar las navidades. Las familias de nuestros hermanos y hermanas, junto a la nuestra, preparamos una paella en la casa del campo.

Los mayores se alegran de ver a toda la familia junta y los más jóvenes se juntan y hablan de sus cosas. A mí me gusta oír los comentarios de los jóvenes desde que eran niños pequeños. Tenían ocurrencias llenas de ingenuidad e ignorancia, propias de su edad, que me divertían. Según van creciendo dejan de ser tan graciosos pero sus conversaciones ganan en desenfada profundidad.

Este año uno de los primos había tenido un desengaño amoroso y andaba un poco triste. Primos y primas intentaban animarlo pero él seguía desanimado.

-Esta vida es un asco… dijo con la mirada fija en una pequeña rama de olivo con la que jugaba.

-Yo no lo creo. Dijo una de las primas –La vida es como…

-Como una caja de bombones. Dijo otro sin dejarla terminar.

-¡Forrest Guuump! Corearon varios

-No, en serio, para mí la vida es como una pizza. Nuestros padres, nuestra familia, han hecho la masa de la base pero cada uno de nosotros tiene que poner los ingredientes que prefiera. Si nos parece un asco es que no hemos elegido bien los ingredientes.

martes, 10 de agosto de 2010

Desde mi terraza 2



Mi terraza es una atalaya perfecta desde la que se puede observar cómo surgen los diferentes biotopos playeros. Poco después del amanecer aparecen los más atrevidos. Son gente que disfruta de los baños de mar en solitario, del placer de sentir el estremecimiento que produce el agua fresca envolviendo el cuerpo relajado por el sueño de la noche. Estos primeros colonizadores suelen desaparecer cuando las primeras sombrillas comienzan a brotar en la orilla del mar.

Según se avanza el sol en su ascenso sobre el horizonte, decenas de personas mayores plantan parasoles y colocan sillas plegables de forma estratégica, teniendo en cuenta la posterior evolución del sol i el espacio que necesitará la familia. Normalmente quien elige y delimita el espacio permanece vigilando para que nadie invada su territorio pero algunos, más confiados, vuelven con su familia una vez colonizada la zona i fijados los límites con los bártulos playeros.

Poco a poco las familias van poblando los espacios de sombra de los parasoles. Suelen llegar primero los niños alborozados, apenas frenados por los gritos de sus padres que intentan, en vano, ordenar el espacio familiar y evitar que sus vástagos se sumerjan bajo las olas sin control o llenen de arena los ojos y la boca de sus vecinos. Mientras el padre da instrucciones, delimita el espacio por el que podrán jugar sus hijos y establece las normas que se deben respetar, la madre aposenta a los abuelos y prepara los bocadillos.

Cuando el sol está en lo más alto llega la hora en que aparecen los jóvenes, solos o en parejas, con su MP3 o su libro. Abren su hamaca, huyendo de los espacios con niños, la orientan al sol y comienzan a leer. Los últimos en llegar suelen ser los adolescentes, casi siempre en cuadrillas bulliciosas de ambos sexos. Se dedican a darse largos baños con juegos y ahogadillas en un ambiente anegado de hormonas, practican el futbol o se entretienen con las raquetas. Son los últimos en marchar a comer.

-¿Vienes a darte un baño? –pregunta mi pareja ataviada con su bikini y la silla de playa en la mano.

-No. Prefiero quedarme aquí. Baja tú y yo prepararé la comida.

Soy feliz en mi terraza. Dejándome acariciar por la brisa fresca del mar, leyendo el periódico y acompañado por una cerveza fría.

lunes, 12 de julio de 2010

Desde mi terraza



Llegamos anoche al apartamento de la playa. Era una noche cerrada y sin luna. Esta mañana me despertó el ruido sordo de un motor. Me levanté maldiciendo y encontré un auténtico regalo de la naturaleza.

El sol asomaba entre la bruma del amanecer dando, con su luz naranja, pinceladas de color sobre el gris de un cielo aún sin despertar. El mar, tranquilo, reflejaba esa misma luz en sus aguas de un azul intenso mientras sutiles destellos reverberaban sobre la superficie dándole al líquido un brillo metálico. En la playa, sin apenas oleaje, solo se veían algunas gaviotas que iban y venían revoloteando alrededor del pequeño barco de pesca que me había despertado.

-¡¡Gracias!! Grité a los tripulantes. No me oyeron o, quizá, pensaron que no iba dirigido a ellos e ignoraron mi expresión de gratitud.

Desde ese día intento levantarme al alba, cuando aparece esa luz espectacular antes del amanecer. Cada día es diferente y sorprendente la cantidad de formas y colores, de una belleza inmensa, que solo la naturaleza es capaz de producir.

-¿Por qué te has levantado tan temprano? –me preguntó mi compañera al levantarse. Y yo no supe que contestar.

-Mañana levántate conmigo y lo verás. Soy incapaz de describirlo.

martes, 22 de junio de 2010

La justicia y la razón

Palacio de Justicia de Valencia

Dos hombres caminan delante de mí. Podrían ser padre e hijo por la diferencia de edad. El más joven pregunta al otro -¿dónde vas ahora?-

-A ver al abogado- contesta el mayor con cara de resignación –Me querellé contra unos vecinos, que no respetan las mínimas normas de convivencia en una comunidad de vecinos, y acaba de llegarme una sentencia que tiene en cuenta las alegaciones de los demandados-

-¿Y que han alegado?- preguntó el joven intrigado por el asunto.

-El caso es que uno de los demandados es juez y tiene dinero-

-Entonces lo tienes crudo- Sentenció el joven – dice un dicho popular que, a menudo, la religión y la justicia se arrodillan ante el dinero-

El hombre mayor asintió con la cabeza. – Mi abogado dice que tenemos razón, por eso la estrategia de los demandados ha sido no llegar a juicio –

-¿Y como lo han hecho? –

-Pues la sentencia está redactada en unos términos que no entiendo demasiado pero, me ha parecido entender, que la querella debía haberla puesto el presidente de la finca y no yo –

- ¡Pero si eres tú el damnificado¡- Se sorprendió el joven -¿Cómo no vas a poder querellarte tú?-

-Pues la sentencia no solo impide que lleguemos a juicio, sino que, además, me impone el pago de las costas-

-No puede ser, ¡¡si llevas razón!! –

-Sí, pero ya decía Quevedo que donde hay poca justicia es grave tener razón –

miércoles, 16 de junio de 2010

Amor utilitario


















Dicen que el amor está fuera de la razón, de lo útil, del interés, y está regido por la irracionalidad, la pasión y el desinterés. Pero, posiblemente, esto también se aprenda. En los niños parece que lo que no es útil no es necesario.

Una pequeña, de unos siete u ocho años, jugueteaba con una bolsa de madalenas mientras su madre guardaba turno en la caja del supermercado. Un hombre mayor la observaba con simpatía. La niña se percató de que el hombre la estaba mirando y comenzó a hacer tonterías, mirando de reojo con pudorosa modestia al señor que la contemplaba.

-Eres muy guapa ¿cómo te llamas?- le dijo el señor. La niña lo miró y escondió su cara entre las piernas de su madre.

- Di cómo te llamas… no tengas vergüenza… - animó la mujer a la pequeña.

El hombre buscó sus ojos con su mirada y dijo

- Eres tan linda como una azucena. ¿Te llamas azucena? –

- No me llamo azucena, me llamo María – y volvió a hundir su cara entre las piernas de su madre.

- Si eres tan vergonzosa no encontrarás novio – dijo el hombre - ¿A que no tienes novio? –

- No, no tengo novio, pero... ¿para qué lo quiero si no lo voy a utilizar? –

martes, 1 de junio de 2010

El tiempo


Detalle "Reloges blandos" Dalí

Dicen que el tiempo es oro, quizá porque si se invierte en producir es rentable. Pero yo creo que el tiempo adquiere más valor cuando se tiene poco. Ayer, mientras esperaba mi turno en la consulta del médico, dos mujeres se saludaron y comenzaron a hablar. Eran vecinas pero se veían poco.

–Es que paso muchas horas viendo la televisión –decía una de ellas –los programas de cotilleo me encantan. ¿Tú sabes todo lo que se dicen?

–No. Yo prefiero estar con mi nieto y contarle historias de su abuelo, de su padre… -contestó la otra –me gusta recordar. Es una forma de detener el tiempo. Mientras recuerdo vuelvo a ser joven, estoy de nuevo con mi marido, juego con mis hijos pequeños…

–Pues a mí se me pasa la tarde sin enterarme con la televisión. Me entretiene mucho y cuando me quiero dar cuenta ya es hora de cenar.

–Sí. Hay ladrones a los que no se castiga y nos roban lo más valioso, nuestro tiempo.

– ¡Ba! y para que quieres el tiempo ¿para perderlo en la consulta del médico? ¿Para angustiarte más esperando el final? –exclamó la primera mujer mientras dirigía a su vecina una mirada desafiante.

–El tiempo nos ha hecho y es la sustancia que nos mantiene. Cuando se acabe el tiempo nos acabaremos nosotras. Es lo más preciado que tenemos y no lo podemos dilapidar.

Las dos mujeres quedaron en silencio por unos instantes, cada una sopesando lo dicho por las dos, hasta que la señora que veía la televisión me miró y vio que yo estaba observándolas.

– ¿Y usted qué opina joven? –espetó.

La pregunta, tan directa, me sorprendió. Pero oírlas hablar del tiempo me hizo pensar. ¿Qué opinaba yo sobre el tiempo? Nunca me lo había planteado, sin embargo me sorprendí a mí mismo respondiendo:

–El tiempo es un invento de los humanos. El resto de animales y plantas nacen, viven y mueren sin importarles el tiempo, tal y como nosotros lo entendemos. Simplemente viven y cuando llega su hora desaparecen.

lunes, 17 de mayo de 2010

El mendigo


Caminábamos, mi amiga y yo, por los senderos del jardín de Monforte. Le explicaba cómo estaba estructurado este pequeño pero maravilloso jardín neoclásico. El jardín arquitectónico, cercano al palacete, con evónimos y mirtos recortados formando figuras geométricas coexistiendo con el estilo paisajista menos formal y el bosquete o jardín romántico.

Bajamos por la pequeña colina del bosquete hasta llegar a un pequeño círculo en cuyo centro había una estatua de mármol blanco. Le hice notar los pequeños agujeros que había bajo sus pies para las bromas de agua, unos dispositivos disimulados en el suelo y que podían ser accionados a distancia para sorprender a los visitantes con chorros de agua que surgían sin previo aviso.

Mi compañera y yo reímos, imaginando al anfitrión llevando a sus invitados junto a la estatua y, mientras estos la contemplaban, accionar la broma y mojar a todo el mundo. Así, entre risas, nos dirigimos al estanque. Junto a él, sentado en un banco, había un hombre de aspecto desaliñado y sucio. Era joven, pero el cabello enmarañado y la barba de varios días envejecían su rostro. Sus manos, demasiado grandes para su delgado cuerpo, descansaban sobre las piernas cruzadas.

La risa de mi acompañante se ahogó en el ambiente umbroso que envolvía a aquel hombre. Lo miró un instante, me miró a mí y volvió a fijar la irada en él.

--Vaya —pensé —tipos como este estropean momentos bellos

Caminamos hacia el palacete en silencio. Llegamos bajo un enorme ejemplar de ginkgo. Aproveché para intentar diluir la tristeza de sus ojos.

--El Ginkgo biloba es un fósil viviente. No tiene ningún pariente cercano y tiene muchas propiedades medicinales –dije con tono despreocupado.

--Es hermoso, nunca había visto a nadie tan hermoso –dijo mientras volvía la cabeza y miraba de nuevo al mendigo. Su cara se iluminó con una sonrisa. Me miró sin verme, mirando la imagen que había quedado en su recuerdo –Tiene un perfil perfecto, el rizo de pelo sobre la frente, sus manos fuertes para proteger y suaves para amar…

Me miró de nuevo. Se acercó y besó mi frente –Gracias por haberme traído a este maravilloso jardín. Ya te llamaré.

Se volvió y fue hacia el banco donde seguía el que a mí me parecía un mendigo y a mi amiga le pareció un dios.

martes, 11 de mayo de 2010

Multitudes, individuos


A veces nos olvidamos, cuando vemos multitudes, que la masa está compuesta por individuos. El mundo que comparte la masa está compuesto por tantos mundos como seres lo conforman.

Dos jóvenes, alto y fuerte él, alta y delgada ella, acaban de salir de una manifestación estudiantil contra la corrupción política. Dejan sus bicicletas y se tienden sobre la hierba del parque, bajo el tibio sol de la mañana de primavera. Él retira con delicadeza un mechón rubio de la frente de su pareja.

--¿Por qué hemos dejado la manifestación tan pronto? Pregunta la chica

--No lo sé. Por un momento estaba como en una campana de cristal. Había una fuerza extraña que me arrastraba fuera de mí --Dice el muchacho –notaba la vida con una intensidad que nunca había experimentado…

--Realmente ha sido emocionante ver tanta gente gritando las mismas consignas. Dijo la joven aprovechando la pausa de su compañero que, como si estuviera en otro mundo siguió diciendo:

--…todo mi ser se ha elevado por encima de cualquier preocupación, por encima de mí mismo, de mis egoísmos, de mis sentidos. Ha sido como volar… Cuando he notado tu mano junto a la mía, cuando has cogido mi mano, mientras caminábamos entre la gente, se ha hecho realidad mi sueño…

viernes, 7 de mayo de 2010

Nostalgia

Últimamente me pasa algo extraño. En multitud de ocasiones se me llenan los ojos de lágrimas. A veces de pena, otras de alegría, de nostalgia o de impotencia. Por cualquier cosa y en las situaciones más diversas.

La última vez fue bonito. Estaba en el metro y entró una mujer con un cochecito de bebé. Un niño precioso de poco menos de un año estaba sentado en su interior y, de pie, subida a la barra trasera, su hermana mayor de unos dos añitos.

No pasó nada especial. La reacción se produjo en mi interior. Vi a mis hijos cuando tenían esa edad. Cuando los llevaba al parque en un carrito muy parecido a aquel. Vi a mi niña con sus dos coletas y sus grandes ojos escrutadores, mirando todo, aprendiendo de todo. Vi a mi hijo con sus manos fuertes, intentando arrancar la cadenita de plástico que sujetaba el chupete, mientras buscaba la mirada cómplice de su hermana. Noté la calidez de sus cuerpecitos cuando los cogía en brazos…

Una sensación de profunda ternura me invadió. No pude evitar que las lágrimas corrieran hacia la comisura de mis labios. Levanté la cabeza para enjugar las lágrimas con la mano y encontré la mirada de la madre. Apartó sus ojos de mí con rapidez, como quien ha sido pillado en una falta.

No sé si me avergoncé de mis lágrimas o si me sentí reconfortado. De lo que estoy seguro es de que la madre me comprendió. O quizá no. Era demasiado joven.

martes, 4 de mayo de 2010

Conspiranoicos


Mientras bajaba las escaleras mecánicas del metro vi el tren vomitando gente por sus puertas abiertas. Aceleré el paso para no perderlo y tener que esperar quince minutos al tren siguiente. Conseguí llegar en el último momento. Entré y permanecí junto a la puerta, de pie. Alguien pronunció mi nombre. Me volví hacia mi izquierda y vi a un antiguo compañero de trabajo que con una sonrisa ancha me tendía la mano.

--¿Cómo estás? Cuanto tiempo sin verte. Dijo, mientras estrujaba mi mano.

--Muy bien ¿Y tú, sigues con tus historias?

--No son historias. ¿Acaso no has visto lo ocurrido con las vacunas de la gripe H1N1? Las farmacéuticas haciendo negocio. Los gobiernos colaborando con el negocio y la OMS también metida en lio.

La sonrisa, que se había borrado de sus labios, y la rigidez de su mentón me hicieron cambiar de tema --¿Cómo está tu mujer? Pregunté –Hace años que no sé nada de ella.

La tensión desapareció de su rostro y una leve mueca alegró su semblante –Como siempre… si no fuera por ella…

No terminó la frase, pero su mirada dirigida a ninguna parte y su expresión dieron a entender lo necesaria que era para él su mujer

–…ahora está en el paro. Continuó diciendo -- La despidieron con la excusa de la crisis, pero la verdad es que la crisis está provocada por los que dirigen el mundo. No tienen entrañas y les importa un bledo lo que les suceda a las personas.

El tren se paró y entró más gente. Mientras se colocaban mantuvimos silencio. Yo pensé que seguiría con la conspiración mundial, así que pensé en cambiar de conversación de nuevo.

--Voy a cambiar de coche. Dije cuando el tren reiniciaba la marcha –Estoy mirando
los híbridos, por aquello de que contaminan menos y…

--Si quisieran acabar con la contaminación ya lo habrían hecho. Dijo mi compañero sin dejar que terminara mi frase -- ¿Sabías que hace diez años ya hubo coches eléctricos funcionando? Fueron tres marcas las que lo desarrollaron. Y funcionaba muy bien y con suficiente autonomía.

--Pues… no lo sabía… ¿Entonces por qué no continuaron con ello? Pregunté intrigado.

--¿Cómo iban a poner en el mercado un automóvil eléctrico que funcione bien? ¿Crees que las petroleras iban a mantenerse al margen? Los que mandan en el mundo hicieron que se destruyeran los modelos y se siguió quemando petróleo y contaminando.

Llegué a mi destino y me despedí. Respiré aliviado por no tener que soportar la presión de las conspiraciones mundiales que nos acosan en cada rincón de nuestro quehacer diario. Salí a la calle y lo primero que vi fue un anuncio de una hipoteca a cincuenta años en cómodas mensualidades.

--Quizá los conspiranoicos tengan algo de razón. Pensé --Porque hay cosas que solo una mente perversa con muchísimo poder podría ofrecer

lunes, 26 de abril de 2010

Auto-stop


Durante los años sesenta y setenta del siglo pasado (que mal suena esto) era normal ver a jóvenes haciendo auto-stop por las carreteras o en las gasolineras. Hoy es rarísimo ver a alguien haciéndolo. Tenemos miedo de meter en nuestro cubículo privado sobre ruedas a alguien extraño que pueda robarnos o hacernos daño. Hemos oído historias, que hielan la sangre, de personas que han recogido a un autoestopista y lo han pagado muy caro. No conocemos a nadie de nuestro entorno que haya sufrido ninguna agresión, pero no importa, las historias circulan y aunque sean falsas nos atemorizan.

Ayer, mientras repostaba en la gasolinera, se acercó un joven.

–Voy a Xàtiva. Me dijo –¿Podría llevarme?

Su cara era de rasgos suaves y agradables, pero su barba sin afeitar de varios días y su aspecto general, un tanto desaliñado, me hicieron dudar. Llevaba en la mano una pesada bolsa de viaje azul que tiraba de su brazo derecho hacia el suelo. Volví a mirar su rostro y me pareció cansado.

–De acuerdo. Deja la bolsa en el asiento trasero. Le contesté, mientras terminaba de cargar la gasolina.

Durante el corto trayecto, apenas media hora, me contó que era profesor de inglés. Había estado un año en India, dando clases y aprendiendo a vivir.

–Los hindúes son acogedores. Reparten lo que tienen con quien lo necesita… al menos eso he visto entre los hindúes pobres.

Mientras lo escuchaba pensaba que nosotros también éramos así. Sin embargo, desde que nos consideramos ricos nos hemos vuelto tacaños y miedosos. Tememos que nos roben porque creemos que tenemos algo que robar. No pensamos en la vida que perdemos por temer. No pensamos en la vida que dejamos de vivir porque tenemos miedo.

miércoles, 21 de abril de 2010

Adiós amigo

Hacía tiempo que no sabía de él. La última vez que nos vimos me contó lo mal que lo había pasado cuando le informaron de su enfermedad. Pero ya lo había superado y estaba contento por poder contarlo y volver al trabajo.
Hoy recuerdo un montón de situaciones que vivimos juntos en la adolescencia, la fase humana en que se forma el carácter y se establecen relaciones que durarán toda la vida. Buscábamos, supongo que como todos los adolescentes, un grupo de gente con el que tuviéramos afinidades para reforzar nuestra maltrecha autoestima. Y lo encontramos.
Dice Alberoni que la amistad se construye a base de encuentros, cada uno de los cuales retoma el precedente como si lo hubiéramos dejado un momento antes, incluso después de que haya pasado mucho tiempo. Solo siento que esos encuentros no hubieran sido más frecuentes.
Pero contigo ya es tarde. Adiós Felipe, adiós amigo.

miércoles, 14 de abril de 2010

El amor

Me citó en un bar cerca de mi trabajo. Era extraño. Ella debía estar trabajando. Anoche estuvimos viendo la televisión, como siempre. Nos acostamos y esta mañana me despedí de ella al salir de casa, como todos los días, y no noté nada raro.

Cuando llegué ya estaba tomando un café con leche, sentada junto a una pequeña mesa al lado de la ventana del bar --¿Hola cariño, que pasa? Pregunté.
Ella esbozó una sonrisa y dijo –No, nada…

Yo me mantuve en silencio mientras esperaba que explicara el motivo de la cita. Su rostro se cargó de tensión.

--Esta mañana me he cogido el día libre. Dijo por fin --He llevado mis cosas a un piso que he alquilado. Me voy… lo siento pero me voy. Te quiero pero no estoy enamorada de ti. No quiero hacerte daño pero pasan los años y yo quiero algo más. La vida no puede ser solo esto.

Se levantó sin darme tiempo a nada. Me besó en la mejilla y desapareció diluyéndose lentamente en las lágrimas que anegaban mis ojos

lunes, 12 de abril de 2010

La bata

El transporte público es una fuente inagotable de casos fortuitos, donde afloran asuntos menores, sin importancia aparente, de donde un observador puede deducir el fondo problemático. Algo así como el diván del psiquiatra.

En la parada de autobús siguiente a la mía subieron, entre otros, dos mujeres mayores. Mientras una ticaba los billetes la otra ocupó dos asientos esperando a su compañera. Con el autobús en marcha, la que llevaba los tiques, dio una carrerita, dando tumbos, hasta el asiento que guardaba su amiga.

Cuando ya estaban las dos sentadas, la que guardaba el asiento dijo riendo –Me has recordado ese día de Pascua que corrimos huyendo de los chicos ¿Te acuerdas? Y sin esperar contestación continuó –A mí no se me olvida porque me acuerdo de la bata que llevabas, una de color salmón clarito.

--Ah sí. Contestó la otra –Esa bata me la hice yo. Con sus mangas cortas… era de lino, que se llevaba entonces, y como no tenía dinero para comprar botones le puse un cordón en el escote. Así podía dejarlo un poco abierto. Cuando me la puse me mandó mi madre a por agua. Cogí el cántaro y, al llegar a la fuente, dos mozos se quedaron mirándome y uno le dio al otro: mira, se le ve el canalillo. Volví a casa y apreté el cordón del escote. Las dos rieron.

--pues al verte correr me he acordado del día que fuimos a merendar al campo con mi hermana y María ¿te acuerdas? Llevabas esa bata y mi hermana decía que con ella estabas muy guapa y por eso no pudimos alejar a los pesados que estuvieron dándonos la tabarra toda la tarde.

--Ya lo creo que me acuerdo… pero no era la bata, no. Eran los años.

miércoles, 7 de abril de 2010

Álbum de fotos



Abrir un álbum de fotos es recuperar el pasado. Si se es joven el pasado es breve; se pueden ver muchas personas que resultan curiosas, quizá porque se parecen a alguien que conoces bien, o porque resulta extraño o extravagante su forma de vestir, o porque reconoces algún lugar.

Según se van celebrando cumpleaños el álbum de fotografías contiene mucho más pasado. Nos vemos a nosotros mismos pero ya no somos iguales. Quienes nos rodean han adquirido una serie de caracteres que, cuando ves las fotos, te das cuenta que antes no tenían. Y ves a alguien que ya no está.

Con los años se adquiere la costumbre de recurrir con más frecuencia al álbum. Ya no solo vemos a muchos de los que ya no están, sino que recordamos a quienes vemos con menos frecuencia de la que nos gustaría. Ya no solo recordamos, sino que llegamos a revivir algunos momentos. Y, a menudo, se nos llenan los ojos de las malditas lágrimas que la emoción hace surgir de lo más hondo del corazón.

No temáis, no son lágrimas de dolor. Suelen ser producto de la turbación que el recuerdo de ese momento mágico, que la fotografía paró en el tiempo,descubre.

martes, 6 de abril de 2010

No puedo olvidar su mirada

Estaba en aquel espacio de prado verde, sentada en un tronco que le servía de banco, con su hijo menor dormido en brazos. A su lado, sentado en el suelo el hijo mayor, de unos dos años, de espaldas a su padre. Ambos miraban sin ver. Aburridos, inmersos en el sopor del mediodía.

Pero es aquella madre a la que no puedo olvidar. La delicadeza de sus manos apartando una brizna de hierba que el viento depositó en la cara de su hijo. La expresión de su rostro que reflejaba la certeza de la vaciedad de su vida y la carencia de futuro para ella y para su prole.Durante días no pude dejar de sentir sobre mí la humanidad de su presencia.

La primera vez que la vi me impresionó su mirada. Sus grandes ojos del color de la miel dirigidos al pequeño que acunaba en sus brazos. De tanto en tanto alzaba la vista y me observaba. ¿Suplicaba? No lo sé. Lo que sé es que sufría, por ella y por el hijo que con tanto cariño sujetaba junto a su pecho.

Hoy me ha reconocido, estoy seguro. Yo apoyaba mi mano en el cristal que separa su espacio de la ruta de los visitantes mientras la observaba. Ella se ha levantado, con cuidado de no despertar a su pequeño, y ha colocado su mano junto a la mía. En sus ojos de miel no había reproche. Me ha mirado durante unos segundos eternos. Ha bajado la cabeza y se ha dirigido, de nuevo, a su lugar, junto a los otros miembros de la familia de gorilas del zoo. Creo que no volveré nunca más.

jueves, 1 de abril de 2010

Secuencia en el parque

Rosaleda de Viveros. Valencia
Valencia tiene un hermoso parque, Vivers, por el que me suelo dar algún paseo. Ayer decidí hacerlo para disfrutar del tibio sol de la primavera mediterránea. Decidí acercarme a la rosaleda que rodea una fuente a la que, en ocasiones, sincronizan con música, de forma que el agua de sus diferentes caños varía en potencia y altura según las notas musicales. Es una verdadera gozada escuchar los acordes mientras se observa bailar el agua de la fuente a su son.

Esa tarde no había fuente musical, así que me entretuve tomando una cerveza fría, uno de los pequeños placeres que aún me puedo permitir. Según nos vamos haciendo mayores, ya se sabe, aumentan los achaques y disminuyen los goces. El pequeño quiosco-bar se encuentra junto a la rosaleda. Aprovechando la zona de sombra que proyecta la pérgola y el arbolado anejo, hay unas cuantas mesas para los clientes, lo que me permitió disfrutar de la cerveza mientras observaba la fuente, los brotes incipientes de los rosales y la poca gente que a esa hora descansaba en el bar.

Un pequeño de unos seis años estaba sentado en la mesa de enfrente. Su abuela y otra mujer de su misma edad hablaban animadamente. El niño miraba a una y a otra o se fijaba en los osados gorriones que se metían has debajo de la mesa en busca de migajas o trocitos de patatas fritas.

-- Sus ojos vivarachos denotan inteligencia. Pensé.

--Abuela ¿iremos al estanque a ver los patos? Preguntó el pequeño cuando encontró un paréntesis en la conversación de las mujeres

--Como ya eres mayor y te estás portando muy bien iremos en cuanto terminemos los refrescos. Contestó su abuela

El niño fijó la vista en el vaso que tenía delante durante unos segundos y dijo con suavidad

--Abuela, yo no soy mayor… soy mediano.

--No me equivoqué cuando descubrí el destello de la inteligencia en su mirada. Pensé. -- Como todos los niños seguro que quiere crecer, pero sin prisa.

miércoles, 31 de marzo de 2010

Mascotas

La humanidad ha evolucionado acompañada de ciertos animales que han trabajado, vigilado, alimentado, etc. a nuestros antepasados. La vida en las ciudades terminó con la compañía, en cada hogar, de la mayoría de estos acompañantes del desarrollo humano. Por una parte eran innecesarios, por otra no cabían en los diminutos pisos de las ciudades.

Pero debe estar en nuestros genes la necesidad de poseer un ser vivo que dependa de nosotros. Ahora se llaman mascotas. Los más comunes son perros y gatos, pájaros o peces de colores, pero como ahora se trata de ser original, no es extraño ver a una elegante señorita tirando de una correa en cuyo extremo opuesto garbea un pequeño cerdito vietnamita, o un hurón zigzagueante.

--¿Qué te parece esta moda de las mascotas exóticas? Me pregunta mi acompañante.

--No sé... no soy lo que se dice “un amante de los animales”. Creo que un animal no puede vivir en un piso sin sufrir grandes traumas. A mí me gusta verlos en libertad, en su medio natural.

Potser t'agrade

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