martes, 22 de junio de 2010

La justicia y la razón

Palacio de Justicia de Valencia

Dos hombres caminan delante de mí. Podrían ser padre e hijo por la diferencia de edad. El más joven pregunta al otro -¿dónde vas ahora?-

-A ver al abogado- contesta el mayor con cara de resignación –Me querellé contra unos vecinos, que no respetan las mínimas normas de convivencia en una comunidad de vecinos, y acaba de llegarme una sentencia que tiene en cuenta las alegaciones de los demandados-

-¿Y que han alegado?- preguntó el joven intrigado por el asunto.

-El caso es que uno de los demandados es juez y tiene dinero-

-Entonces lo tienes crudo- Sentenció el joven – dice un dicho popular que, a menudo, la religión y la justicia se arrodillan ante el dinero-

El hombre mayor asintió con la cabeza. – Mi abogado dice que tenemos razón, por eso la estrategia de los demandados ha sido no llegar a juicio –

-¿Y como lo han hecho? –

-Pues la sentencia está redactada en unos términos que no entiendo demasiado pero, me ha parecido entender, que la querella debía haberla puesto el presidente de la finca y no yo –

- ¡Pero si eres tú el damnificado¡- Se sorprendió el joven -¿Cómo no vas a poder querellarte tú?-

-Pues la sentencia no solo impide que lleguemos a juicio, sino que, además, me impone el pago de las costas-

-No puede ser, ¡¡si llevas razón!! –

-Sí, pero ya decía Quevedo que donde hay poca justicia es grave tener razón –

miércoles, 16 de junio de 2010

Amor utilitario


















Dicen que el amor está fuera de la razón, de lo útil, del interés, y está regido por la irracionalidad, la pasión y el desinterés. Pero, posiblemente, esto también se aprenda. En los niños parece que lo que no es útil no es necesario.

Una pequeña, de unos siete u ocho años, jugueteaba con una bolsa de madalenas mientras su madre guardaba turno en la caja del supermercado. Un hombre mayor la observaba con simpatía. La niña se percató de que el hombre la estaba mirando y comenzó a hacer tonterías, mirando de reojo con pudorosa modestia al señor que la contemplaba.

-Eres muy guapa ¿cómo te llamas?- le dijo el señor. La niña lo miró y escondió su cara entre las piernas de su madre.

- Di cómo te llamas… no tengas vergüenza… - animó la mujer a la pequeña.

El hombre buscó sus ojos con su mirada y dijo

- Eres tan linda como una azucena. ¿Te llamas azucena? –

- No me llamo azucena, me llamo María – y volvió a hundir su cara entre las piernas de su madre.

- Si eres tan vergonzosa no encontrarás novio – dijo el hombre - ¿A que no tienes novio? –

- No, no tengo novio, pero... ¿para qué lo quiero si no lo voy a utilizar? –

martes, 1 de junio de 2010

El tiempo


Detalle "Reloges blandos" Dalí

Dicen que el tiempo es oro, quizá porque si se invierte en producir es rentable. Pero yo creo que el tiempo adquiere más valor cuando se tiene poco. Ayer, mientras esperaba mi turno en la consulta del médico, dos mujeres se saludaron y comenzaron a hablar. Eran vecinas pero se veían poco.

–Es que paso muchas horas viendo la televisión –decía una de ellas –los programas de cotilleo me encantan. ¿Tú sabes todo lo que se dicen?

–No. Yo prefiero estar con mi nieto y contarle historias de su abuelo, de su padre… -contestó la otra –me gusta recordar. Es una forma de detener el tiempo. Mientras recuerdo vuelvo a ser joven, estoy de nuevo con mi marido, juego con mis hijos pequeños…

–Pues a mí se me pasa la tarde sin enterarme con la televisión. Me entretiene mucho y cuando me quiero dar cuenta ya es hora de cenar.

–Sí. Hay ladrones a los que no se castiga y nos roban lo más valioso, nuestro tiempo.

– ¡Ba! y para que quieres el tiempo ¿para perderlo en la consulta del médico? ¿Para angustiarte más esperando el final? –exclamó la primera mujer mientras dirigía a su vecina una mirada desafiante.

–El tiempo nos ha hecho y es la sustancia que nos mantiene. Cuando se acabe el tiempo nos acabaremos nosotras. Es lo más preciado que tenemos y no lo podemos dilapidar.

Las dos mujeres quedaron en silencio por unos instantes, cada una sopesando lo dicho por las dos, hasta que la señora que veía la televisión me miró y vio que yo estaba observándolas.

– ¿Y usted qué opina joven? –espetó.

La pregunta, tan directa, me sorprendió. Pero oírlas hablar del tiempo me hizo pensar. ¿Qué opinaba yo sobre el tiempo? Nunca me lo había planteado, sin embargo me sorprendí a mí mismo respondiendo:

–El tiempo es un invento de los humanos. El resto de animales y plantas nacen, viven y mueren sin importarles el tiempo, tal y como nosotros lo entendemos. Simplemente viven y cuando llega su hora desaparecen.

Potser t'agrade

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