lunes, 22 de noviembre de 2010

La cita pendiente


Cuando estaba con ella no podía dejar de mirarla. Sus delicados ojos azules eran tan expresivos… reían, lloraban, se preocupaban o despedían destellos contagiosos de felicidad. Esa tarde estaba especialmente excitada i la expresión de sus labios acompañaban el estado de ánimo cambiante mientras narraba lo sucedido el día anterior.

--Después de quedar contigo para vernos al día siguiente – empezó contando – me fui a la playa con dos amigas. El día era precioso. El agua estaba a una temperatura ideal. Las olas eran suaves. Nada hacía imaginar lo que estaba a punto de suceder.
Me cogió la mano i la apretó, como si temiera que me levantara i la abandonara.

--Entramos al agua las tres, no demasiado lejos de la orilla, sin que llegara a cubrirnos. Estuvimos jugando y haciendo ahogadillas un rato cuando, de pronto, me golpeó una ola enorme que no había visto llegar, perdí el apoyo del fondo y me sumergí totalmente. Había sido súbitamente por lo que apenas tenía aire en los pulmones. Estaba desorientada, no sabía donde estaba el fondo ni donde el aire que necesitaba. Braceé para intentar salir a la superficie pero una fuerza enorme me arrastraba hacia el fondo.

La presión de sus manos sobre la mía se fue acentuando según avanzaba la narración. Bajó los ojos hacia el suelo, mirando al infinito, sin ver.

–No me quedaba aire, ni fuerzas para continuar luchando contra una fuerza tan enorme. Así que me rendí.

Alzó los ojos y me miró.

–En un solo instante fui consciente de los acontecimientos más importante de mi vida – dijo. Relajó la presión que ejercía sobre mi mano y, como si fuera consciente de que me había hecho daño, la acarició mientras decía en un susurro apenas perceptible –Me estaba muriendo y lo sabía. Entré en un estado de placidez y paz conmigo misma que nunca antes había experimentado.

Sin soltar mi mano se recostó sobre mi hombro. Sentí la suavidad de su pelo en mi cara. Olí la fragancia de su piel. Cerré los ojos y me dejé llevar a su mundo suave i perfumado.

--En ese último momento, cuando ya la muerte me había narcotizado para que no ofreciera resistencia, recordé que tú me esperabas y no podía dejarte así, no podía morir sin despedirme del ser que más amaba en este mundo.
Mientras decía esto tuve la sensación de que los dos nos fundíamos en solo cuerpo inmaterial.

--Noté la arena bajo mi cuerpo –continuó –braceé hasta lograr apoyar los pies en el suelo y, en un último esfuerzo, me impulsé. No recuerdo nada más. Cuando volví a la consciencia me encontraba sobre una toalla en la playa y mucha gente alrededor. Oí que alguien decía: Ya vuelve en sí, gracias a Dios…

Potser t'agrade

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