lunes, 17 de mayo de 2010

El mendigo


Caminábamos, mi amiga y yo, por los senderos del jardín de Monforte. Le explicaba cómo estaba estructurado este pequeño pero maravilloso jardín neoclásico. El jardín arquitectónico, cercano al palacete, con evónimos y mirtos recortados formando figuras geométricas coexistiendo con el estilo paisajista menos formal y el bosquete o jardín romántico.

Bajamos por la pequeña colina del bosquete hasta llegar a un pequeño círculo en cuyo centro había una estatua de mármol blanco. Le hice notar los pequeños agujeros que había bajo sus pies para las bromas de agua, unos dispositivos disimulados en el suelo y que podían ser accionados a distancia para sorprender a los visitantes con chorros de agua que surgían sin previo aviso.

Mi compañera y yo reímos, imaginando al anfitrión llevando a sus invitados junto a la estatua y, mientras estos la contemplaban, accionar la broma y mojar a todo el mundo. Así, entre risas, nos dirigimos al estanque. Junto a él, sentado en un banco, había un hombre de aspecto desaliñado y sucio. Era joven, pero el cabello enmarañado y la barba de varios días envejecían su rostro. Sus manos, demasiado grandes para su delgado cuerpo, descansaban sobre las piernas cruzadas.

La risa de mi acompañante se ahogó en el ambiente umbroso que envolvía a aquel hombre. Lo miró un instante, me miró a mí y volvió a fijar la irada en él.

--Vaya —pensé —tipos como este estropean momentos bellos

Caminamos hacia el palacete en silencio. Llegamos bajo un enorme ejemplar de ginkgo. Aproveché para intentar diluir la tristeza de sus ojos.

--El Ginkgo biloba es un fósil viviente. No tiene ningún pariente cercano y tiene muchas propiedades medicinales –dije con tono despreocupado.

--Es hermoso, nunca había visto a nadie tan hermoso –dijo mientras volvía la cabeza y miraba de nuevo al mendigo. Su cara se iluminó con una sonrisa. Me miró sin verme, mirando la imagen que había quedado en su recuerdo –Tiene un perfil perfecto, el rizo de pelo sobre la frente, sus manos fuertes para proteger y suaves para amar…

Me miró de nuevo. Se acercó y besó mi frente –Gracias por haberme traído a este maravilloso jardín. Ya te llamaré.

Se volvió y fue hacia el banco donde seguía el que a mí me parecía un mendigo y a mi amiga le pareció un dios.

martes, 11 de mayo de 2010

Multitudes, individuos


A veces nos olvidamos, cuando vemos multitudes, que la masa está compuesta por individuos. El mundo que comparte la masa está compuesto por tantos mundos como seres lo conforman.

Dos jóvenes, alto y fuerte él, alta y delgada ella, acaban de salir de una manifestación estudiantil contra la corrupción política. Dejan sus bicicletas y se tienden sobre la hierba del parque, bajo el tibio sol de la mañana de primavera. Él retira con delicadeza un mechón rubio de la frente de su pareja.

--¿Por qué hemos dejado la manifestación tan pronto? Pregunta la chica

--No lo sé. Por un momento estaba como en una campana de cristal. Había una fuerza extraña que me arrastraba fuera de mí --Dice el muchacho –notaba la vida con una intensidad que nunca había experimentado…

--Realmente ha sido emocionante ver tanta gente gritando las mismas consignas. Dijo la joven aprovechando la pausa de su compañero que, como si estuviera en otro mundo siguió diciendo:

--…todo mi ser se ha elevado por encima de cualquier preocupación, por encima de mí mismo, de mis egoísmos, de mis sentidos. Ha sido como volar… Cuando he notado tu mano junto a la mía, cuando has cogido mi mano, mientras caminábamos entre la gente, se ha hecho realidad mi sueño…

viernes, 7 de mayo de 2010

Nostalgia

Últimamente me pasa algo extraño. En multitud de ocasiones se me llenan los ojos de lágrimas. A veces de pena, otras de alegría, de nostalgia o de impotencia. Por cualquier cosa y en las situaciones más diversas.

La última vez fue bonito. Estaba en el metro y entró una mujer con un cochecito de bebé. Un niño precioso de poco menos de un año estaba sentado en su interior y, de pie, subida a la barra trasera, su hermana mayor de unos dos añitos.

No pasó nada especial. La reacción se produjo en mi interior. Vi a mis hijos cuando tenían esa edad. Cuando los llevaba al parque en un carrito muy parecido a aquel. Vi a mi niña con sus dos coletas y sus grandes ojos escrutadores, mirando todo, aprendiendo de todo. Vi a mi hijo con sus manos fuertes, intentando arrancar la cadenita de plástico que sujetaba el chupete, mientras buscaba la mirada cómplice de su hermana. Noté la calidez de sus cuerpecitos cuando los cogía en brazos…

Una sensación de profunda ternura me invadió. No pude evitar que las lágrimas corrieran hacia la comisura de mis labios. Levanté la cabeza para enjugar las lágrimas con la mano y encontré la mirada de la madre. Apartó sus ojos de mí con rapidez, como quien ha sido pillado en una falta.

No sé si me avergoncé de mis lágrimas o si me sentí reconfortado. De lo que estoy seguro es de que la madre me comprendió. O quizá no. Era demasiado joven.

martes, 4 de mayo de 2010

Conspiranoicos


Mientras bajaba las escaleras mecánicas del metro vi el tren vomitando gente por sus puertas abiertas. Aceleré el paso para no perderlo y tener que esperar quince minutos al tren siguiente. Conseguí llegar en el último momento. Entré y permanecí junto a la puerta, de pie. Alguien pronunció mi nombre. Me volví hacia mi izquierda y vi a un antiguo compañero de trabajo que con una sonrisa ancha me tendía la mano.

--¿Cómo estás? Cuanto tiempo sin verte. Dijo, mientras estrujaba mi mano.

--Muy bien ¿Y tú, sigues con tus historias?

--No son historias. ¿Acaso no has visto lo ocurrido con las vacunas de la gripe H1N1? Las farmacéuticas haciendo negocio. Los gobiernos colaborando con el negocio y la OMS también metida en lio.

La sonrisa, que se había borrado de sus labios, y la rigidez de su mentón me hicieron cambiar de tema --¿Cómo está tu mujer? Pregunté –Hace años que no sé nada de ella.

La tensión desapareció de su rostro y una leve mueca alegró su semblante –Como siempre… si no fuera por ella…

No terminó la frase, pero su mirada dirigida a ninguna parte y su expresión dieron a entender lo necesaria que era para él su mujer

–…ahora está en el paro. Continuó diciendo -- La despidieron con la excusa de la crisis, pero la verdad es que la crisis está provocada por los que dirigen el mundo. No tienen entrañas y les importa un bledo lo que les suceda a las personas.

El tren se paró y entró más gente. Mientras se colocaban mantuvimos silencio. Yo pensé que seguiría con la conspiración mundial, así que pensé en cambiar de conversación de nuevo.

--Voy a cambiar de coche. Dije cuando el tren reiniciaba la marcha –Estoy mirando
los híbridos, por aquello de que contaminan menos y…

--Si quisieran acabar con la contaminación ya lo habrían hecho. Dijo mi compañero sin dejar que terminara mi frase -- ¿Sabías que hace diez años ya hubo coches eléctricos funcionando? Fueron tres marcas las que lo desarrollaron. Y funcionaba muy bien y con suficiente autonomía.

--Pues… no lo sabía… ¿Entonces por qué no continuaron con ello? Pregunté intrigado.

--¿Cómo iban a poner en el mercado un automóvil eléctrico que funcione bien? ¿Crees que las petroleras iban a mantenerse al margen? Los que mandan en el mundo hicieron que se destruyeran los modelos y se siguió quemando petróleo y contaminando.

Llegué a mi destino y me despedí. Respiré aliviado por no tener que soportar la presión de las conspiraciones mundiales que nos acosan en cada rincón de nuestro quehacer diario. Salí a la calle y lo primero que vi fue un anuncio de una hipoteca a cincuenta años en cómodas mensualidades.

--Quizá los conspiranoicos tengan algo de razón. Pensé --Porque hay cosas que solo una mente perversa con muchísimo poder podría ofrecer

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